Las decepciones/envidia (Una historia real)

Buenas tardes mis desconocidos lectores. Hoy no pensaba publicar nada o publicarlo mañana o más tarde cuando lo meditase bien, pero a veces me puede la sangre caliente y este tema me resulta interesante y actual. Porque ¿quién no ha sufrido una decepción? y agrego ¿de quién pensabas que era un "amig@" o conocid@?

De eso voy a hablar hoy y voy a hablar en primera persona ya que me ha sucedido recientemente y la herida está fresca.

Es mucha la gente que me envidia lo que me causa una gran decepción. No lo entiendo: soy caótica, tengo ansiedad, mi cabeza me juega malas pasadas, tengo un carácter muy fuerte a quien creo tener dominado ( pese a que a veces hay que darle rienda suelta) y tengo tantos defectos como cualidades; de hecho reconozco cada uno de mis defectos y los tengo que poner en fila para arrearles un buen sopapo de cuando en cuando, y trabajo a destajo para ganarme el pan de cada día tras la muerte de mi amado padre. Es decir, mi vida no es en absoluto sencilla y muchas veces, la mayoría, no se la deseo a nadie. Parece que quisieran ponerme piedras en el camino y tengo que estar constantemente sorteándolas.

Voy al grano. Mi ciudad es pequeña, tan pequeña que se podría meter en el puño de un gigante y aún sobraría para agarrar más. Podría decirse que pese a ser una cuidad parece un pueblo y un simple comentario corre como la pólvora. Ya me pusieron, hace muchos años, el San Benito de "niña rara" que eso es un insulto y, en aquel entonces, no se consideraba o se le daba menos importancia a lo que ahora llamamos bulling. Eso de "niña rara" viene a ser una forma políticamente correcta de llamarme loca. Conseguí quitármelo a base de mucho esfuerzo ya que he sufrido mucho en la vida y mi comportamiento en consonancia con la edad y las circunstancias que la rodeaban, a veces se salía del molde. Ahora ya el bloque de arcilla ha sido y está siendo esculpido.

Pues bien... Resulta que una persona, llamémosle X, se está encargando nuevamente de volver a las antípodas y renombrarme Reina de las "niñas raras". Ya le he puesto los puntos sobre las íes. A veces es necesario sacar ese genio (carácter o mal humor) que uno se guarda para ocasiones especiales.

Estoy a la espera de que tenga el valor suficiente y el coraje de decírmelo a la cara, como hacen las personas con un mínimo de educación, y no ir parloteando como un loro sobre mí sin apenas conocerme en absoluto o meramente por encima.

¡Genial! Ya puedo retomar el tema de Alejandro. La bilis ha vuelto a su sitio.

Alejandro también se siente decepcionado, por su familia, por sus amigos, por su pareja, por sus doctores, por sus psiquiatras y psicólogos, etc. Su vida es una continua decepción. (Creo que en eso nos parecemos un poco.) Y su vida, para los que vayan a leer el libro, tampoco ha sido nada fácil. Alejandro sobrelleva las decepciones de la mejor manera posible hasta que le superan y es en ese momento cuando se desencadena la tormenta en su cerebro dejándolo lleno de polillas. Hay más causas que se lo llenan de polillas, pero de ese tema no estoy hablando en este momento.

Y vuelvo al punto principal de la novela que está en un simple párrafo de la contraportada: "¿Está realmente loco o sólo vive en una sociedad enferma?"

Porque parece que nuestra sociedad vive aun en la época de la Peste Negra y nos vamos contagiando sin darnos cuenta. Esa Peste es la Envidia y es el quinto de los Pecados Capitales. Algunos, con suerte, tienen penicilina y se libran, y otros no.

Pero no aprendemos de los errores, somos así, y los cometemos una y otra vez. Lanzamos dardos envenenados que duelen y después hay que hacer un buen tajo en esa parte del cuerpo con una navaja bien afilada para sacar el veneno. Creo que esto les resulta bastante familiar.

Humildemente deduzco que ya les he aburrido bastante por hoy. Lo siento. Para mi era esa penicilina y esa navaja. Al mismo tiempo, pienso que les he dejado, una vez más, algo sobre lo que reflexionar.

Sin más que añadir, un cordial saludo a mis desconocidos lectores.







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