Un cuento de terror

El cerebro es un órgano extraño que nos sorprende cuando menos lo esperamos. Es difícil de desentrañar y a veces nos deja asombrados con sus interacciones neuronales y bioquímicas. Alex tiene un cerebro muy particular en dónde cualquier médico quiere meter sus manos para ganar una medalla y un título. Cada persona tiene un cerebro excepcional y no hace falta tener un gran CI para darnos cuenta de las maravillas que se pueden hacer con él, que hacemos con él sin apenas darnos cuenta, así como, lamentablemente a veces se queda "vacío": la terrible enfermedad del Alzheimer. El cerebro descansa, o eso dicen, pero siempre está en continuo funcionamiento: durante la vigilia, el sueño, el insomnio...

Anoche tuve un episodio de insomnio. El insomnio yo lo describo como un estado en el que no sabes si estas dormido o despierto y justo en el momento en que estas durmiendo puedes soñar cosas muy extrañas. Eso fue lo que me sucedió anoche. Tuve un sueño que podría tildar de pesadilla. 

Tengo a una persona a la que aprecio mucho, aunque ella no lo sabe, que tiene otra persona a la que quiere mucho y tiene un "ligero problema de salud". A veces me quedo pensando en eso sin darme cuenta. Esa otra persona aparecía en mi sueño. 

Mi sueño...

Ubiquémonos en dos espacios temporales muy distintos y continuos en este caso.

En el primero apareciera esa otra persona, a quien conozco menos pero también aprecio mucho, en una cárcel medieval, obscura, sucia, con fugas en las paredes y charcos de agua, con hierros oxidados y espeluznantes ruidos de cañerías que, aunque en aquella época no existían, si aparecían, o al menos se escuchaba algo muy parecido, que pondría los pelos de punta a cualquiera. Había ratas, arañas y otros animales nocturnos. La luz de la luna apenas se colaba entre las rejas del desvencijado techo de piedra, por alguna grieta y había sombras insólitas de gente cubiertas con ropajes de tela de saco mugrientos y lastimosos cuyo quejido se parecía más al grito gutural de un oso atrapado entre la ramas que al de un humano. Estaba desnuda totalmente y encadenada como un Cristo en la Cruz y con las piernas abiertas por donde introducían sus dedos sucios y objetos de hierro o madera con la punta redondeada, donde palpaban y escudriñaban mientras el "Cristo" permanecía inmóvil y como anestesiado.

En la segunda ubicación damos un enorme salto temporal y nos hayamos muchos siglos adelante en el espacio-tiempo. 

Es una habitación de quirófano tan luminosa como cegadora, dónde se ven cirujanos de bata blanca y con la cara y el pelo totalmente tapados, así como las manos. Los pies, el tronco inferior, no se ve. Había mesas azules, de un azul desconocido aún, en las que descansaba instrumental médico de todo tipo y totalmente esterilizado. Una cama de quirófano también blanca y un foco enorme encima con una luz clara y refulgente entre bombillas de litio, o algo parecido, y pequeños espejos. Esta persona que antes se hallaba en la prisión medieval está limpia e impoluta, casi virginal, totalmente recta y relajada. Dormida. Cuando, de repente, se empiezan a escuchar voces muy claras en una lengua desconocida y comienza la operación. Lo primero que hacen es cubrirla con un plástico blanco translúcido que se volvía opaco según el punto desde el que se miraba. Unas "tijeras" cortan por la zona genital y con un láser dibujan una especie de cuadrado rectangular. Palpan con sus manos enfundadas en guantes verdes de látex ejecutando ligeras presiones con los dedos y los nudillos. Es en ese momento cuando escucho con gran claridad un par de frases que se repiten y se van diluyendo como el eco: "Se va moviendo, no aparece. Se va moviendo, no aparece. Se va moviendo, no aparece". Empiezan a cortar en diferentes zonas con finísimos bisturíes. El cuerpo no sangra. Parece que se hubiese detenido el flujo sanguíneo. Tras tres horas aproximadamente y tras muchas entradas y salidas, corrillos a escondidas en las esquinas para determinar cómo actuar, entra por la puerta un ser descomunal, muy alto y enjuto, totalmente negro que porta una espacie de embudo y lo deja en una zona de la repisa donde están los lavamanos. Desaparece.

Uno de los cirujanos, el jefe de ellos, lo toma entre sus manos y lo enchufa a la corriente eléctrica. A los segundos lo sujetan entre varios y lo sitúan encima de la cama, abren las piernas de la persona que está en ella y, tal si fuese una aspiradora, le absorben todo el útero.

Fue justo en momento en el que ahora no recuerdo si estaba dormida, despierta o en media vela cuando abro los ojos.

Espeluznante, ¿no creen? 

No tengan pesadillas esta noche, es sólo un cuento de terror, un sueño, una pesadilla...





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